¿Cuándo perdimos nuestro ADN emprendedor?
En el marco de una conversación muy interesante mantenida
hace unos días dentro de las actividades en las que estoy cada día más enfrascada para fomentar la ciudadanía activa y el
emprendimiento en el ámbito de Getxo, se lanzó una pregunta al aire:
¿cuándo se perdió?
Lo que se perdió fue la audacia, el arrojo, la decisión, la
asunción de riesgos. Todas aquellas aptitudes que explotamos hasta la saciedad
en nuestra infancia, ávidos de exploración y de conocer cosas nuevas. No teníamos
miedo de saltar en el hinchable más alto, probábamos cualquier comida, tocábamos
todo incluso lo intocable… Y si fracasábamos o nos dábamos cuenta que no era la
mejor opción, buscábamos otras alternativas.
¿Cuándo perdimos ese espíritu emprendedor?
Nuestra interlocutora se lamentaba de la poca sustancia del
alumnado universitario, aterrado ante un folio en blanco, incapaz de arriesgar,
de sugerir, con pavor al fracaso y al ridículo.
¿Dónde se fracturó todo esto?
Nos atreveríamos a decir que el propio modelo educativo no
facilita nada las cosas. La rigidez del modelo, las frustraciones que muchas
veces los padres y las madres proyectamos en nuestros hijos e hijas, la
competitividad mal entendida, la obsesión por un conocimiento que también,
resulta mal interpretado muchas veces… Todo ello, corta las alas que
desplegamos una vez, cuando fuimos niños y niñas. Y luego cuesta mucho hacerlas
crecer de nuevo.
Es preciso que los diferentes ciclos educativos se hablen
entre sí, que los proyectos tengan una solución de continuidad, que se trabaje
en los valores y las competencias. Que se promuevan talleres de creatividad, de
innovación, desde edades tempranas, para explorar capacidades. Que se haga una
reflexión profunda sobre las inteligencias múltiples y tengamos la valentía de
implementarlo en nuestros itinerarios curriculares. Menos deberes y más acción.
Menos aletargar al alumnado universitario y más provocar. Porque si en Harvard
el afán de la chavalería es cómo crear su propio empleo, por la piel de toro
sigue plenamente vigente eso de “hijohazoposiciones”. Y así no vamos a ninguna
parte.
El nuevo escenario al que nos ha abocado esta crisis que ha
venido para quedarse más tiempo del que quieren hacernos creer, obliga a tener
en cuenta estos aspectos. Porque solamente una ciudadanía emprendedora, activa
y comprometida con su entorno será capaz de mover lo que hay que mover, para
mejorar las cosas. Y si la legislación educativa sigue siendo tan rígida que no
facilita las cosas, entonces habrá que echarle imaginación y utilizar las
herramientas que ofrecen las nuevas tecnologías, los programas de apoyo a
iniciativas y proyectos, y el nuevo modelo que asoma con la economía
colaborativa, para provocar los cambios. Desde abajo.
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