¿Qué pasa con los funcionarios?

Muchas veces me pregunto cuál es realmente el sentido del trabajo que realizo, desde mi posición de consultora de negocio, orientando a los funcionarios en lo se supone debe ser una mejora en sus formas de trabajar.

Conversando con ellos en reuniones, por teléfono, etc., me queda muchas veces la sensación de que se dejan llevar por la inercia. Quiero decir con ello que asumen los cambios tecnológicos y de procedimiento que se les plantea como una imposición que llega de arriba, sin entender realmente la mejora que pudiera representar en su actividad diaria.

Y entonces se te queda una cara de panoli impresionante, sobre todo cuando una va convencida de las bondades de lo que hace, y el destinatario de las mismas ni de lejos las considera como tales.

No es la primera vez que hago esta reflexión en este espacio, y a más de uno le va a parecer que necesito acudir al diván. Pero es que a estas alturas de la película, cuando parece que se ha trabajado tanto en pos, no sólo de la renovación tecnológica de las administraciones, sino también (y creo que esto es lo verdaderamente importante) por la concienciación de su personal de la necesidad de este cambio, me encuentro con que de toma de conciencia poca cosa. Y de resignación, mucha mucha. Y ya no sé si es que siempre me tocan los mismos a mí y que existen muchos avances que se me escapan, o que sí, que la realidad es esa, que no se adaptan.

De manera que si por el lado del ciudadano, la impresión que se tiene de la administración no es precisamente la mejor, especialmente en estos tiempos de recortes y poca hucha. Y si por el lado de los que trabajan dentro, la resignación abunda y parece que simplemente se dejan llevar, esperando que toque la campana de la jubilación, yo me pregunto, ¿hacia qué administración avanzamos, sea electrónica o con taquígrafo? ¿Realmente ha servido de algo el trabajo realizado hasta ahora, más allá de la constitución de unos cuantos foros de debate, encuentros, grupos de trabajo, etc.? Que me parecen muy interesantes, pero siempre me queda la duda de si es cosa de un conjunto limitado de personas, y que la traslación REAL de estos resultados y sobre todo, de estas sensaciones queda muy, pero que muy atrás de las expectativas iniciales.

Sería una verdadera lástima que los interesantísimos análisis existentes desde distintos frentes, acerca de cómo mejorar el servicio público, desde ambos lados de la prestación, quedaran en papel mojado porque no hay iniciativas que permitan una adhesión consciente del personal técnico a este proceso de cambio. Creo que la vía para conseguirlo no está (al menos no sólo) en formación y más formación sobre el tema, sino en una aproximación valiente y comprometida a la persona, tener en cuenta sus dudas, sus miedos, para abordar una dinámica de gestión del cambio verdaderamente efectiva.


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